miércoles, 29 de julio de 2015

Novela Corta, entrega semanal : Historia de las mujeres de mi familia. Cap 2: Amanda

Capitulo 2: Amanda

Atardece, el sol se ha puesto, el aire brilla dorado con las últimas luces. Amanda llega a su casa, ha tenido un día cansado, mucho trajín, el ruido de la ciudad últimamente la aturde.
Se para frente a la gran ventana de su casa y mira absorta unos minutos hacia el poniente, buscando calmar en el silencio de su espacio sagrado las miles de voces que resuenan en su mente.
Amanda es hija de Nuria, la única hermana mujer de tía Elsa. Amanda fue la mimada, el juguete con que la tía Elsa experimentó una maternidad compartida, a veces robada a su hermana mayor. Nuria es una figura que se desvanece en la memoria de Amanda, sí, fue su madre, ella la parió, pero quien la cuidó, la arropó, la educó, la mimó y lanzó al mundo fue su tía Elsa, su madre vivía en otro mundo, era lejana y fría, con el paso de los años la figura de ella se fue esfumando y para Amanda madre se volvió sinónimo de Elsa.
Hoy por primera vez Amanda debe admitir que se siente cansada, vieja y sola, ha cumplido 70 años hace poco, llegó hasta este punto de su vida con esa vitalidad increíble heredada de la familia de su madre, fue envejeciendo casi sin sentirlo.
Su trabajo ayudó a poder seguir activa cuando muchos ya habían optado por el retiro años antes. Ella es crítica de teatro, una carrera que la eligió a ella, no la busco, se le fue dando con el correr de los años.
El mundo en el que Amanda creció no dejaba espacio para una mujer independiente, inteligente y bellísima, si bien se le perdonaba todo en aras de esa belleza casi mítica, se fue apenas pudo de ese mundo pacato y conservador que la agobiaba. Con la excusa de estudiar letras en una universidad de la capital, partió rauda y aventurera a explorar ese mundo maravilloso que existía fuera de las montañas de su ciudad natal.
Y contra los malos pronósticos familiares y sociales, se llevó el mundo puesto, tenía todos los dones y cultivó de la mejor manera sus herramientas, inteligencia y belleza. De su carrera de letras eligió el teatro, y allí se convirtió en una crítica reputada a nivel internacional, disputada por revistas, diarios y canales de TV de las principales ciudades del mundo. Por eso había viajado tanto, conocido tanta y tanta gente, había visto el mundo, lo había saboreado, sentido, se había hartado de él.
Un día, cuando cumplió 60 años, empezó a notar con horror que su belleza estaba declinando, nunca se había parado a pensar en ello, dio por sentado que si a los 59 todavía tenía una piel tersa casi sin arrugas, su pelo aun brillaba dorado y abundante, su figura alta y esbelta, fibrosa y atlética seguía estando ahí, un poco menos tersa, menos suave, pero fresca aun, que paso a los 60?, como podía ser que su propio cuerpo la traicionara de esa manera, el espejo ya no devolvía una imagen lozana, había una mujer de 60 años que la miraba asustada y esa no era ella, o al menos no se reconocía.
Fue una dura etapa, fue difícil aceptar así de pronto la caducidad de la vida, empezar a oler el fin de una etapa, planear su retiro, una gran angustia envolvía sus horas de soledad, y quiso quemar sus últimos cartuchos saliendo con hombres más jóvenes, mozos de 40, hasta de 30, que se sentían halagados por esta mujer hermosa, brillante, que los divertía, enloquecía y los dejaba antes de que se dieran cuenta de que se podía enamorar. En resumidas cuentas, Amanda hizo lo que hizo siempre, huyó cuando atisbaba que podía enamorarse, era tal su horror a amar que llego así, a los 70 años, con una larga, larguísima lista de corazones rotos tras ella, y sola, muy sola.
Hoy, parada frente a su ventana, a su vida, ve ponerse el sol, no solo tras sus cerros amados, sino tras su propia vida. Elsa, su tía Elsa, está mal, ella sabe que está muriendo, que no le queda mucho, y eso la aterra, porque si Elsa se va ella caerá en un abismo, ella no tendrá esa madre, esa contención arriba, será ella quien deba ocupar su lugar en el árbol de la vida, será la última de los vivos, la próxima en morir, y no está lista para irse todavía, no quiere, no puede, algo le queda pendiente y no sabe que es.
Dejar su trabajo, volver a su ciudad natal, no fue fácil, le llevo 10 año poder acomodarse y vivir eso, aun no está bien, esta desacompasada, no encuentra su eje, su vida era para ella, por ella, de ella, siempre hubo gente girando a su alrededor, aduladores, trabajadores y amantes, nadie desinteresado, todos sacaban alguna ventaja de ella, y lo sabía y lo dejaba ser, le gustaba sentirse poderosa.
Ahora, en su nueva vida, con su casa puesta y andando, ya no hay obreros ni albañiles ni carpinteros ni plomeros dando vueltas. Ahora su vida transcurre en función de su casa y un taller literario para escritores nóveles de obras de teatro y sigue escribiendo reseñas para algunas revistas y el periódico local, y hay días en los que da vueltas por la ciudad, buscando algo que no sabe que es, llega como hoy agotada, vacía, sola. Como nunca su soledad le pesa, y hoy le pesa más porque la cercanía de la muerte la tiene aterrada, no está sabiendo cómo vivir los 70 años que la vida le está dando, por eso la cercanía de la muerte la saca de quicio, la asusta.
Se da una ducha caliente, pone a hervir unas verduras y se enchufa en su televisor con cualquier serie tonta, no quiere pensar, mañana ira a ver a Elsa, necesita toda su fuerza, quiere estar entera, no quiere que Elsa se dé cuenta de su estado. Simplemente mañana será otro día.


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