Hace mucho que no escribía, y de repente
algo vi que me dejo un sabor amargo. Intentando comprender me resultó imposible
no escribir, en mi necesidad de desentrañar el rompecabezas de sentimientos
encontrados.
Voy al punto, ayer en mi Face book, vi de
reojo la foto de una monja Carmelita argentina que murió hace un día, la foto
llamaba la atención por la sonrisa impactante, los ojos cerrados de negras y
largas pestañas, realmente no parecía una muerta, pero saber que era una muerta
me produjo algo atávico, la necesidad de mirarla, con un placer y un rechazo
mezclados, hipnótico.
Lo dejé pasar, y horas más tarde, en un
chat por wasap, de un grupo de amigas, alguien subió un post donde aparecía un
video, también en FB, de la vida, o agonía de esta joven monja de 43 años, que murió
de cáncer de lengua, y el video mostraba su convalecencia en un hospital, su
quimioterapia, la compañía de otras monjas y su familia, creo que el hermano
subió y compartió el video, son imágenes de sus últimos días hasta la hipnótica
foto de su sonrisa de muerta.
Vi el video, y ahí al terminar de ver las imágenes,
el gusto amargo que me dejo, me hizo pensar qué me había pasado, ¿se suponía
que debían darme paz esas imagines? ¿Porque tenía que ver yo la enfermedad y
muerte de alguien ajeno a mí, por más monja carmelita que sea y yo católica
creyente? ¿Qué me pasó que me llevo a ver esas imágenes? ¿ Me atrapó el morbo?
No lo sé, no sé por qué lo hice, tal vez si
por morbo, y no me gusta haber caído en él, no me gusta haber sido testigo de
una muerte y su anterior enfermedad, por más que se suponga que estaba feliz de
morir sufriendo por Cristo, porque no lo entiendo, porque he visto el dolor muy
de cerca, la entrega ante la muerte, y esto me pareció demasiado expuesto.
Leí al respecto un artículo escrito por una
psicóloga donde se planteaba hasta qué punto hay límites en lo público, lo
privado y la intimidad, y este hecho me lleva a plantearme ¿dónde está el límite
en mostrar algo tan íntimo y privado como el momento de morir?, ¿me sirve a mi
como católica, o creyente, ver esas imágenes?, cuando algo dentro de mis
entrañas se remueve y me dice que quiero
vivir, y que la vida no debe ser un martirio, que Dios no pidió nunca mártires,
no leí en la Biblia que Jesús haya dicho sufran torturas en mi nombre, que
vivir es ya lo bastante duro y que realmente vivir felices con y a pesar de los
dolores es un verdadero desafío y prueba de “santidad”.
¿Hasta dónde es posible entender que las
redes sociales nos exponen públicamente, aunque no lo deseemos y después no lo
controlamos?.¿Dónde está el límite entre lo privado y lo íntimo?, ¿hemos
perdido la dimensión de ello? ¿O el morbo es más atávico y poderoso y nos enreda
en un melodrama de resignación y martirio cristiano y ahí ya deja de ser íntimo
y privado y tiene que ser público, aunque sea puro morbo?
La verdad, no sé cuál es la respuesta, solo
sé que ver esas imágenes no me dejó paz, me chocó el alma, me queda el regusto
de una exposición indebida. Quiero creer que, en medio del dolor de la pérdida,
y en la búsqueda de encontrar un sentido hayan expuesto así la enfermedad y la
muerte de alguien, que sus intenciones fueron mostrar un ejemplo de no sé qué.
Morir en paz es un regalo de Dios, y he visto
a alguien morir en paz, sin aspavientos, íntimamente, sin exposición, he
transitado el dolor de esa muerte sin vergüenza, sabiendo que es parte de la
vida, que algún día me tocará, que morir joven no es lo más esperado, pero
pasa, a todos nos toca vivir alguna vez en la vida una muerte joven, por eso
no creo que nos dé derecho a exponer sin pudor el momento, por más buena intención
que se tenga, el morbo nunca es bueno, no construye, deja inquietud, no paz.