miércoles, 24 de diciembre de 2014

Feliz Navidad!!!

Estas fechas, de Navidad y de fin de año, me agarran ya cansada del trajín del año, con pocas fuerzas físicas pero un cumulo de emociones y sentimientos que me desbordan.
Y todos los años empiezo diciembre con el firme propósito de llegar al día 25 con el alma llena de Navidad, o sea Buena Noticia, con algo mas que cansancio, y año tras año me arrasa la corriente .
Este año, es distinto, he puesto muros de contención a la realidad crujiente de mi vida durante el mes de diciembre, he buscado las prioridades y he leído algo mas sobre la Navidad.
No quiero extenderme, sino solo poder expresar las cosas que me fue deparando este recorrido.
1° la Navidad es nacimiento, vida nueva, y como leí en algún lado, Dios debe querernos tanto a los humanos que nació de Mujer, y alumbró la vida de esa madre joven e inexperta que lo recibió sin dudas, y sentí que quiero recibir así a ese niño indefenso, envuelto en pañales, que llora por leche, ese niño es la vida nueva, plena, la del espíritu, no la del consumo material, no la del sin sentido de tener, quiero esa vida que da paz y tranquilidad cuando sé que me voy conociendo, cuando me acepto, cuando puedo expresarme, este espacio virtual, es parte de mi vida nueva, de mi luz.
2° , este diciembre también me enfrento con el dolor y enfermedad de gente que quiero y con la cual convivo de cerca, eso me hizo decir, gracias por la salud que tengo, por que puedo trabajar, ver, oír, cantar y llorar, escribir y pensar, gritar y putear ( de vez en cuando) .
Y solo de me ocurre terminar recordando a la inmortal Violeta Parra, Gracias a la vida que me ha dado tanto...

jueves, 11 de diciembre de 2014

De pequeñeces, cegueras y grandes corajes ocultos

dedicado a J. C.
y a la familia P.


Ayer fue el entierro de mi prima Jacinta. Aun no me repongo de la sorpresa.
Pobre prima!!!, y podría decir después de ayer, pobre familia, que idiotas que fuimos, o nos tomó el pelo o somos eso, simplemente idiotas.
La pobre prima Jacinta, siempre fue la “pobre Prima Jacinta”, con toda esa lastima y conmiseración que se tiene por quien uno siempre considero un ser al cual la vida no doto de nada, ni atractivos físicos, ni simpatía, ni emociones, ni amores, ni marido, ni hijos.
Jacinta, era muy alta,mucho, con un aire desgarbado, morena, muy morena, de pelo negro, pesado, rebelde, que más parecía una contradicción en su cabeza. Tenía los ojos grandes, muy grandes, oscuros y rasgados, y las cejas le daban un aire de gitana mora que no pegaba con las caras blancas y botichelescas de todas las mujeres de mi familia.

Porque mi familia, sí que es una institución, es el caso más extraño de exceso de amor descontrolado, de falta de intimidad que han permitido las buenas costumbres a través de los siglos.
Porque para que Jacinta fuera lo que creímos que fue, solo podía suceder en una familia como la nuestra, feudal y conservadora, con los vicios y virtudes de toda sociedad pequeña y sin oxígeno.
El lema de mi familia es “no solo hay que ser, sino también parecer, como la mujer del Cesar”. Lo malo es que con el paso de los años, se vuelve más importante el parecer que el ser, y se ve que el ser no es cosa fácil, sino hubiera habido que preguntarle a la pobre Jacinta.
La verdad es que nunca supimos con exactitud quien fue exactamente Jacinta, pero en las reuniones familiares, siempre andaba a tras mano. Cuando éramos niñas, Jacinta leía libros y no jugaba a las muñecas, se subía a los árboles. Cuando adolescentes hablamos de trapos y nos alborotábamos con cada muchacho que se nos acercaba, Jacinta huía y escuchaba las conversaciones de los mayores.
Llegaron las fiestas y Jacinta se encerraba en los baños o bailaba con el típico aparato, que para colmo era dos metros más bajo que ella. Como nos divertíamos después de cada fiesta charlando, y la pobre Jacinta miraba desconcertada.
Poco a poco cada una de las primas nos fuimos casando su debido tiempo, y Jacinta se fue a la universidad. Nos tocó a todas vivir noviazgos, reuniones familiares de presentación de los futuros integrantes, y Jacinta siempre sola, aunque no recuerdo haberla visto triste desde que cumplió 18 años.
En mi familia el matrimonio es el paso obligado de todas las mujeres, y todas lo fuimos cumpliendo, a nadie excepto Jacinta se le ocurrió estudiar una carrera, a nadie se le ocurrió viajar sola, a nadie se le ocurrió vivir sola, que horror vivir sola!!
Nadie vive sola, uno se casa para vivir con un hombre y salir de la casa de sus padres, en esta familia las costumbre se respetan y nadie es tan liberal como las norteamericanas, donde se ha visto tal locura.
Y así la vida nos fue apartando, los niños no eran su tema, ella era una intelectual, estudiaba en la Universidad. Que iba a entender de niños y menos si ni conocía hombres.
Mientras nos encontrábamos todas las primas a la salida de los colegios con los hijos, Jacinta tomaba aviones para quien sabe qué punto del planeta.
En las reuniones familiares últimamente ya ni hablaba y se reía mucho, a veces sola. , siempre había algún niño en peligro de caer al suelo, alguna noticia de casamiento, nacimiento o muerte más importante que su vida y como ella era tan tranquila, la pobre, a quien le interesaba oírla?
Solo recuerdo con sorpresa el comentario de un periodista extranjero que vino a hacer un reportaje sobre nuestra familia, y quedo impresionado con ella, y comento que era una mujer fuera de serie, que qué hacía en esa familia, a lo que nos reímos, pensando en el oscuro color de su persona. Que podía tener de atractivo, esa pobre mujer que nunca había tenido hombre alguno, que no sabía nada de la vida, nada de compartir, nada de parejas, si ni había vivido eso de esperar una la llamada el sábado por la noche para salir, del jolgorio compartido de las fiestas de fin de año, que sabía ella de eso, si nunca lo había vivido.
Y quien nos diría a todos, primos y primas, tíos y sobrinos que seriamos citados a leer un día el testamento de Jacinta después de su muerte previa misa y entierro, con una banda tocando paso doble, el colmo de la extravagancia para alguien tan opaco..
Nos pareció muy extraño, ya que supiéramos no tenía dinero, o no más que  cualquiera, segundo que ya nadie lee testamentos en estos días y tercero aun no creíamos en su muerte ya que solo contaba con 35 años, cosa que nos enteramos por la placa en su tumba.
“he querido reunirlos, querida familia para leerles mi última voluntad, ya que sé que me voy a morir pronto, y hay cosas que quiero dejar arregladas.
No se preocupen, no he malgastado mi vida, la pobre Jacinta, ha vivido tan intensamente que agoto en 35 años lo que a ustedes le llevara unos 70.
Les aclaro que he pedido paso doble en mi entierro porque quiero irme de este mundo al ritmo que he vivido, vibrante y caliente, habiendo bebido una a una las emociones que en una sola tarde se sienten sentados en una plaza de toros.
Dispongan de mis bienes como mejor les parezca excepto los que detallare a continuación, que por favor harán llegar a sus destinatarios.
A los hombres de mi vida:
A Lucas, por ser el primero, le dejo mi montura inglesa, el sabrá usarla.
Para Sergio, que me hizo sufrir bastante, mi obra completa de S. Freud, tal vez se logre desentrañar a sí mismo.
A Jean de la Basille, que vive en Paris, todos los compactos de Placido Domingo, que oímos y bailamos tantas noches, y gozamos tanto en su tierra como en la mía.
Manuel Torres Silva, creo que vive actualmente en Valencia, estará muy halagado cuando vea mis fotos montando caballos, hay un álbum para él, podrá alardear frente a sus amigos.
Hay una réplica de una espada toledana, que espero llegue a las manos de Dante Rechuto, el sabrá bien su significado, a mí solo me queda el recuerdo de haber crecido de golpe a su lado, de conocer la maldad, el deseo descontrolado y una pasión malsana. No, de el no tengo el recuerdo de haber sido bien querida.
Mis rastras de plata y mi sombrero aludo negro, de castor, son para Víctor Alfonzo Gonzales Díaz, vive actualmente en Puebla., el sabrá usar con gracia y garbo mi sombrero y las monedas de mi rastra imitaran su risa que me fascino siempre.
He tenido una gran duda en cuanto si le dejaba algo o no a Horacio Riera Gómez, vive en Nicaragua, no sé si aun después de estos tres años ha quedado sellada su herida, él fue a quien más quise y el que menos me ha querido, si alguna vez hube de tener un hijo, de él hubo de haber sido. Solo tengo un pinche de plata que traje conmigo de la ciudad de La paz, así como ese pinche fue la herida que dejo, larga y afilada. Háganselo llegar.
No puedo olvidarme de Hassam Almoravide, a él le dejo mis candelabros de madera tallada, su amor ciego y paciente fue luz en mis días grises y quedaran muy lindos en su casa de Tánger.
A Carlos, mi último novio formal, mis libros de heráldica, a él le gustaban, tal vez se emocione, aun no se resignaba a perderme.
Y por último, a José, el gran amor de mi vida, a quien amaré hasta mi último aliento, a él le dejo mi vida, contada en mis diarios íntimos, que están en el banco y él tiene la llave.
A todos los otros, a los que no nombro, que sepan que no los he olvidado, pero si no los menciono es porque su huella no ha sido tan profunda y no he compartido tanto tiempo como para tener recuerdos materiales con su rostro.
Agradezco a todos me hayan escuchado y espero cumpliran con diligencia la última voluntad de su pobre Jacinta.
Y ruego pongan en mi lapida" la que vivió intensamente y tuvo dos pasiones, los hombres y los libros".
¿Qué pasó familia?  ¿qué nos perdimos en el camino?

¿Pobre familia?