Por esas cosas que tiene la vida, que hace que todo sea
circular, me encontré acordándome de mi Tía Gudrun, tía abuela de mi madre
venida de Alemania allá lejos y hace tiempo.
Esta tía era especial, la recuerdo en mis primeros años ya
que se murió como de 90 cuando yo tenía 13.
Se ve que había sido una mujer linda y alta, grandota, con
un pelo largo y rubio recogido siempre en una trenza que le hacia una corona a
su cabeza, así la vi en las fotos sepia que encontré revolviendo una vez un arcón
que mi mama tenía guardado y mi curiosidad incontenible hizo saltar el pequeño
y oxidado candado para ver que tesoros guardaba. Me gustó reconocerla en esas
fotos ya que a pesar de los años, las arrugas y las canas había mantenido el
tipo desde los 20 al punto de reconocerla con mi recuerdo de ella a los ochenta
y picos.
Dicen que se tiene memoria de los olores y sabores, y la tía
Gudrum para mi es el olor del vino especiado y caliente que nos convidaba en
invierno. Mi mama la quería mucho y la visitábamos seguido y era hermoso llegar
a su casa prolija, llena de recuerdos y fotos de Alemania, muebles, vajilla,
todo era de allí, su casa tenía un olor especial, distinto al de la mía, ahí la
comida que impregnaba los ambientes era otra, olía a canela, a vinagre, y
siempre estaba la Lindzen Torten esperando a algún sobrino nieto o biznieto que
fuera a verla. Hoy, adulta ya, creo que su vino caliente y especiado tenía un
gualicho que atraía a todos a visitarla en los peores días de frio del
invierno, nadie salía de casa, solo los de la familia en procesión a visitar a
Gudrum, ella decía que era su navidad en junio.
Más allá de su pelo blanco que me fascinaba, sus tortas y
dulces de frutilla, recuerdo una lata enorme llena de botones de los colores y
tamaños más increíbles con los cuales jugaba horas incansables, era como la
lata de pandora, nunca se sabía que botón nuevo ibas a encontrar.
Me acuerdo de ella y se activan en mi memoria charlas de mi madre con sus hermanas
y primas, en las reuniones familiares, y siempre que salía a colación la Tía
Gudrum yo paraba las orejas, el enigma
era por que vivía en este país tan lejano, y sola, había venido con su hermano
antes de la 1° guerra mundial, y mientras que su hermano, o sea mi bisabuelo,
se casó con otra alemana y formó la familia de la cual desciendo, ella siguió
su vida como detenida en el tiempo en esa casita alemana, con forma, colores,
sabores y olores de otras tierras.
Una de las obsesiones de mi familia es la soltería, es una especie
de pecado sin identidad que cometen las mujeres que no logran cazar un marido,
a los hombres no le pasa, no pecan, solo las mujeres, que no cumplen la
patriarcal ley de tener marido si no no existen como mujeres. En fin, para que
voy a entrar en ese tema espinoso. La cosa es que Gudrum nunca se casó, pero
ella todos los años se iba de viaje tres meses, por lo que deduzco de las fotos
y por lo que me pasó, creo que se iba a las sierras de Córdova a Villa Gral.
Belgrano, o a la Falda o a algún lugar donde había alemanes a rolete. A mis tías
les gustaba imaginarse que allí ella tenía un amante secreto, algún amor
prohibido, un hombre casado tal vez….., y en realidad ahora creo que la Tía
alimentaba esa fantasía para que no la atosiguen con su soltería.
Un día, hace pocos meses, decidimos con mi marido hacer un
viaje en auto y recorrer las sierras de Córdoba, yo quería conocer la zona de
colonias alemanas, me había entrado una especie de necesidad genética de
reencontrarme con esa parte de mis raíces, así que partimos rumbo a la
aventura.
Llegamos a Villa Gral. Belgrano, y una gran emoción me apretó
el pecho, había allí en el aire algo que me era familiar, aunque nunca antes
hubiera estado ahí, me sentí en casa.
Decidimos quedarnos un par de días, recorrer, conocer y
entender ese enclave europeo en medio de la Argentina.
Una tarde, caminando por las periferias de la ciudad, llegamos
a un barrio tranquilo, con casas típicas bávaras, jardines en el frente y
muchas flores, muy pintoresco todo. De una de estas casitas, sale una señora
anciana ya, con una trenza blanca en la cabeza como corona igual que me tía Gudrun,
y me paré a mirarla con todo el cariño y la nostalgia que tenía. La viejita me
miró, tenía ojos celestes , acuosos por el tiempo, pero su mirada era un taladro, pensé que intentaba
ver o distinguir algo de mi persona como alguien de vista corta, y de pronto
dio un grito, y dijo : Gudrum!!! Que haces tú aquí??? Yo me asusté, me dí
vuelta a mirar si había alguien más o era el fantasma de la tía dando vueltas
por allí.
En no sé qué momento terminamos mi marido y yo tomando un té
con canela y lindzen torten, sentados en sillones de paño del siglo 19 y
escuchando la más increíble de las historias.
Hester, que así se llama la anciana en cuestión, creyó que
yo era mi tía Gudrun, me confundió con ella, me dijo que era igualita a ella en
esa edad y que al verme se le paro el corazón, que fue como detener el tiempo. Ella
había conocido a Gudrun por qué era amiga de su madre y frecuentaba su casa en
sus misteriosos viajes.
Entre la nostalgia y un rico té, Hester me trajo una caja de
latón vieja y descascarada llena de cartas y fotos, una más amarillas que la
otra. Y me dijo, pues aquí está la verdad de tu tía.
Me llevé la caja al hotel y me pasé un día entero leyendo
sin dormir hasta que pude, con ayuda de mi marido, descifrar el rompecabezas
que tenía delante mío.
La tía Gudrun era espía!!! Era una espía alemana!! Pertenecía
a una sociedad secreta fundada por seguidores del káiser Guillermo III de
Alemania, que tenía ideas liberales y que no pudo llevar a cabo por que murió a
los 99 días de reinado, entonces sus fieles amigos fundaron una logia secreta
para poder fundar en Argentina un estado alemán donde poner en práctica las
ideas liberales del idealizado káiser. Pues resulta que Gudrum joven e inocente
creyó en esa utopía y cayó en las redes de la logia. Mandaba información cifrada
en cartas botánicas a este grupo, por eso viajaba tres meses al año todos los
años hasta que ya no pudo más. No tengo la más remota idea qué tipo de
información mandaría entre flores y hojas secas.
Aún no he podido contar a mi familia mi descubrimiento, en
algún momento lo haré, es que no puedo digerir la idea de mi dulce tía viejita,
el olor al vino especiado, la caja de botones y una espía!!!!! Además de una
logia tan atrabiliaria que no le encuentro sentido, si me gusta pensar que ella
habrá gozado en su época de sentirse una Mata Hari del fin del mundo, ocupada
en cosas más importantes y trascendentes que cazar un marido……