Eulogia Vargas baja a la ciudad.
Eulogia Vargas vive en los cerros.
Hace tres noches que no duerme, ha visto las 5
vacas más hermosas de su vida, gordas, lustrosas, jóvenes, y todas castañas.
Ella sueña con tener esas 5 vacas, y poder
hacer los quesos que tan bien le salen, que sus pocas vacas flacas,
huesudas y astudas apenas lo permiten.
En medio de tanto insomnio ella solo tiene una
cosa clara, quiere esas vacas.
Ya sabe cuanto valen, cuanto piden y cuanto
esta dispuesta a pagar. Pero no tiene dinero, sus pocos ahorros se los llevo el
río con la ultima crecida, o sea todas sus ovejas.
Pero ella quiere esas vacas, sabe que son la
llave de su futuro, sus quesos son ricos, tienen fama pero son escasos. Esas
vacas tienen que ser de ella y lo más pronto posible, antes de que se venga la
lluvia y no las pueda acostumbrar a los altos desfiladeros de los cerros sin
que se vengan río abajo a la primera desmoronada.
Cuarto día, cuarta noche, Eulogia tiene los
ojos más negros y profundos que una noche sin luna, son dos pozos morados de
ojeras.
Eulogia, cuando sube para el alto, algunas
veces pesca una onda de radio, y escucha algunas noticias de la ciudad. Y se
acuerda que algún día, hace poco oyó que el precio del oro estaba por las
nubes. Sí! Eso es, oro, ella tiene oro!!!.
Mas que levantarse se cae de la cama y se mete
debajo de ella, alumbra con una linterna a pilas, corre el baldosón de barro
cocido y saca una bolsa de cuero sucia y grasienta.
Se sienta en su cama y esparce como magia unas
piecitas de oro, son arandelas y argollas que deben haber pertenecido a algún
tapao inca, encontrado quien sabe donde ni cuando por algún antepasado. Su
madre le dio la bolsa antes de morir y le dijo que solo la use en caso de vida
o muerte y sino que la pase a sus hijos. Pues para Eulogia las vacas son cuestión
de vida o muerte, pues sin las vacas no hay queso, sin queso no hay trabajo,
sin trabajo no hay dinero, sin dinero no hay comida, sin comida se muere!!!
Y esa cuarta noche durmió tranquila.
La quinta noche la pasó en vela, más despierta
que nunca, las ojeras eran violenta noche cerrada, los ojos profundos pozos
desesperados.
Para vender el oro y sacar dinero, tenia que
ir a la ciudad, y ella hacia tanto que no iba que ni se acordaba que era.
Pensó en bajar al paraje más cercano y mandar
un telegrama.
Cuando llego al paraje, al puesto sanitario,
pregunto como mandar un telegrama a la ciudad,
la risa disimulada del enfermero ya la alerto de que algo pasaba. Los
telegramas ya no funcionaban, ahora se mandan mensajes de texto, y acaso un
telegrama no es un mensaje de texto???? Pregunto ya enojada.
Pues las cosas han cambiado mucho, se dijo
Eulogia, mejor le pido a mi tía Serafina que me acompañe a la ciudad, ella ha
estado muchas veces, ella sabe.
Así, con los vientos a favor, la alegría de
ser la futura propietaria de la 5 hermosas vacas y el terror a la ciudad,
partieron Eulogia y Serafina, a caballo hasta la ruta, de allí en el camión de
don Calixto Guantay, hasta el pueblo próximo y de allí a la ciudad.
Cayeron una mañana calida y ventosa de
primavera, Serafina y Eulogia a la casa de otra tía, Sinforosa Olave, madrina de Eulogia, tía
carnal de Serafina.
Sinforosa Olave estaba muy nerviosa pues a
ella le habían contado que los que compraban oro no eran muy buena gente, que a
Eustaquio Burgos lo habían estafado, pagando tres mangos por unas monedas
peruanas de oro. Al Casimiro Yapura, le robaron el freno de plata y oro
entrando en el boliche del Tano Jucardi, que era el que compraba oro. Y así
cada cuento era peor que el otro.
Eulogia ya no podía pensar de los nervios,
solo sabia que esas 5 vacas eran cuestión de vida o muerte, y al fin y al cabo
ella tenía oro de buena ley, no era acaso el mejor oro el de la tierra propia?
Empujada por Serafina que no se había venido
desde tan lejos para quedarse oyendo cuentos, salieron a la calle.
Deciden tomar un colectivo para ir hasta lo
del tano Jucardi. Y empiezan a juntar las monedas, y le preguntan a un señor en
la parada cuanto valía el colectivo, el Sr. las mira asombrado, y les dice que
ya no se paga con monedas sino que se carga una tarjeta,” lo que??” Preguntan
las dos azoradas a dúo.
El señor, compasivo, tal vez por que alguna
vez estuvo en la situación, les dice que suban que el las invita con su tarjeta.
Y si hubo alguien ese día mas halagado y
feliz de servir a dos damas en apuros, fue el amable Sr. de la parada de
colectivo, con su gesto se gano el eterno agradecimiento de dos almas y un
cabrito seguro cada navidad.
Preguntando y preguntando llegaron a lo del
tano Jucardi. La Eulogia
se sienta en una habitación sin ventanas, con un foco de luz amarillenta y
pegajosa, frente a un Sr. que de tano tenia tanto como un negro de Namibia, el
pelo moto y los labios gruesos, pero los ojos celestes miraban codiciosos ,
asustando a cualquier desprevenido.
El tano mira con desprecio a las dos humildes
mujeres, las hace sentar y les dice que quieren? La Eulogia balbuceando saca
su atadito mugroso y hace brillar los oros. La cara de piedra y los ojos
viciosos del tano ni se mosquean, toma las piezas, las pone en la balanza, y la
mira y el dice, 500 pesos.
A la Eulogia la sonrisa la delata, el tano saca un
frasquito de un cajón y le pone un liquidito a los oros, la mira a la Eulogia y le dice, no, 200,
esto no es oro, es cobre, si queres lo raspo para que veas.
El mundo se detuvo un instante, la Eulogia se cae por le
abismo de las esperanzas hechas tiras, por el oscuro desierto de su vida sin
las 5 vacas, chupada por la cuestión de muerte de no comer, y se le saltan las lagrimas.
La serafina la patea con fuerza bajo la mesa,
para que guarde la compostura-
Estaba abriendo la boca, y en el camino entre
la mente y la boca, comprende que no puede decir si, ese eterno segundo, le cambia la vida.
Junta la poca dignidad que le queda y dice, no
te vendo mi oro, el tano la mira con desagrado y le dice pues andate rápido que
no puedo perder el tiempo.
A la Eulogia le tiemblan las manos, no puede guardar
sus oritos, se tiene que ir, la echan a la calle, solo piensa en salir.
Agobiada se sienta en el cordón de la vereda,
al lado de un carro que vende fruta, y a la sombra de una rueda de madera, se
deshace en llanto, siente que la vida se la va, que esas cinco vacas son todo.
El frutero la mira consternado y le ofrece una
naranja, tome, para que chupe un poco, siempre la vida se ve distinta después
de una buena saboreada de naranja dulce y jugosa.
Y chupando esa naranja, Eulogia ve una luz en
el camino, tal vez no pueda comprar las 5 vacas a la vez, tal vez una cada año,
y sabe que ninguna vaca por hermosa, gorda y castaña que sea vale el desprecio
y el engaño, ese oro es de buena ley, ella lo sabe. El maltrato y la humillacion no valen una
migaja de nada, no señor, ella va a tener sus 5 vacas,con la frente alta, con dignidad, no importa cuando, no
importa el oro, ese oro siempre estará, si no es para ella será para sus hijos…
Jimena Cornejo
Buenos Aires, octubre 2011