miércoles, 29 de julio de 2015

Novela Corta, entrega semanal : Historia de las mujeres de mi familia. Cap 2: Amanda

Capitulo 2: Amanda

Atardece, el sol se ha puesto, el aire brilla dorado con las últimas luces. Amanda llega a su casa, ha tenido un día cansado, mucho trajín, el ruido de la ciudad últimamente la aturde.
Se para frente a la gran ventana de su casa y mira absorta unos minutos hacia el poniente, buscando calmar en el silencio de su espacio sagrado las miles de voces que resuenan en su mente.
Amanda es hija de Nuria, la única hermana mujer de tía Elsa. Amanda fue la mimada, el juguete con que la tía Elsa experimentó una maternidad compartida, a veces robada a su hermana mayor. Nuria es una figura que se desvanece en la memoria de Amanda, sí, fue su madre, ella la parió, pero quien la cuidó, la arropó, la educó, la mimó y lanzó al mundo fue su tía Elsa, su madre vivía en otro mundo, era lejana y fría, con el paso de los años la figura de ella se fue esfumando y para Amanda madre se volvió sinónimo de Elsa.
Hoy por primera vez Amanda debe admitir que se siente cansada, vieja y sola, ha cumplido 70 años hace poco, llegó hasta este punto de su vida con esa vitalidad increíble heredada de la familia de su madre, fue envejeciendo casi sin sentirlo.
Su trabajo ayudó a poder seguir activa cuando muchos ya habían optado por el retiro años antes. Ella es crítica de teatro, una carrera que la eligió a ella, no la busco, se le fue dando con el correr de los años.
El mundo en el que Amanda creció no dejaba espacio para una mujer independiente, inteligente y bellísima, si bien se le perdonaba todo en aras de esa belleza casi mítica, se fue apenas pudo de ese mundo pacato y conservador que la agobiaba. Con la excusa de estudiar letras en una universidad de la capital, partió rauda y aventurera a explorar ese mundo maravilloso que existía fuera de las montañas de su ciudad natal.
Y contra los malos pronósticos familiares y sociales, se llevó el mundo puesto, tenía todos los dones y cultivó de la mejor manera sus herramientas, inteligencia y belleza. De su carrera de letras eligió el teatro, y allí se convirtió en una crítica reputada a nivel internacional, disputada por revistas, diarios y canales de TV de las principales ciudades del mundo. Por eso había viajado tanto, conocido tanta y tanta gente, había visto el mundo, lo había saboreado, sentido, se había hartado de él.
Un día, cuando cumplió 60 años, empezó a notar con horror que su belleza estaba declinando, nunca se había parado a pensar en ello, dio por sentado que si a los 59 todavía tenía una piel tersa casi sin arrugas, su pelo aun brillaba dorado y abundante, su figura alta y esbelta, fibrosa y atlética seguía estando ahí, un poco menos tersa, menos suave, pero fresca aun, que paso a los 60?, como podía ser que su propio cuerpo la traicionara de esa manera, el espejo ya no devolvía una imagen lozana, había una mujer de 60 años que la miraba asustada y esa no era ella, o al menos no se reconocía.
Fue una dura etapa, fue difícil aceptar así de pronto la caducidad de la vida, empezar a oler el fin de una etapa, planear su retiro, una gran angustia envolvía sus horas de soledad, y quiso quemar sus últimos cartuchos saliendo con hombres más jóvenes, mozos de 40, hasta de 30, que se sentían halagados por esta mujer hermosa, brillante, que los divertía, enloquecía y los dejaba antes de que se dieran cuenta de que se podía enamorar. En resumidas cuentas, Amanda hizo lo que hizo siempre, huyó cuando atisbaba que podía enamorarse, era tal su horror a amar que llego así, a los 70 años, con una larga, larguísima lista de corazones rotos tras ella, y sola, muy sola.
Hoy, parada frente a su ventana, a su vida, ve ponerse el sol, no solo tras sus cerros amados, sino tras su propia vida. Elsa, su tía Elsa, está mal, ella sabe que está muriendo, que no le queda mucho, y eso la aterra, porque si Elsa se va ella caerá en un abismo, ella no tendrá esa madre, esa contención arriba, será ella quien deba ocupar su lugar en el árbol de la vida, será la última de los vivos, la próxima en morir, y no está lista para irse todavía, no quiere, no puede, algo le queda pendiente y no sabe que es.
Dejar su trabajo, volver a su ciudad natal, no fue fácil, le llevo 10 año poder acomodarse y vivir eso, aun no está bien, esta desacompasada, no encuentra su eje, su vida era para ella, por ella, de ella, siempre hubo gente girando a su alrededor, aduladores, trabajadores y amantes, nadie desinteresado, todos sacaban alguna ventaja de ella, y lo sabía y lo dejaba ser, le gustaba sentirse poderosa.
Ahora, en su nueva vida, con su casa puesta y andando, ya no hay obreros ni albañiles ni carpinteros ni plomeros dando vueltas. Ahora su vida transcurre en función de su casa y un taller literario para escritores nóveles de obras de teatro y sigue escribiendo reseñas para algunas revistas y el periódico local, y hay días en los que da vueltas por la ciudad, buscando algo que no sabe que es, llega como hoy agotada, vacía, sola. Como nunca su soledad le pesa, y hoy le pesa más porque la cercanía de la muerte la tiene aterrada, no está sabiendo cómo vivir los 70 años que la vida le está dando, por eso la cercanía de la muerte la saca de quicio, la asusta.
Se da una ducha caliente, pone a hervir unas verduras y se enchufa en su televisor con cualquier serie tonta, no quiere pensar, mañana ira a ver a Elsa, necesita toda su fuerza, quiere estar entera, no quiere que Elsa se dé cuenta de su estado. Simplemente mañana será otro día.


miércoles, 22 de julio de 2015

Novela corta, entrega semanal, PREFACIO parte 2 HISTORIA DE LAS MUJERES DE MI FAMILIA, La Tia Elsa

Continuando con el Prefacio de HISTORIA DE LAS MUJERES DE MI FAMILIA, acá va la segunda parte de " la Tia Elsa", que ya publiqué con anterioridad, y que para dar hilación a mi historia necesito volver a contar....

Pues, la sorpresa no me deja, Dijo Alcira, no solo no esperaba estas confesiones, y menos de ustedes dos. Como ven mi vida ha sido sencilla, mi marido, fue el único hombre a quien tuve cerca, solo hijas mujeres, mi mundo fue muy femenino, diría Enrique. El fue un compañero, un amigo, un confidente, pero  tenía un mundo al que yo no accedía, el abarcaba todo el mío, pero nunca me pregunté que había en su mundo, yo viví cómoda y feliz en el mío, hasta que él se fué. Me ha costado estos 7 años acostumbrarme a vivir sin él, lo extraño cada noche al acostarme y sentir mi cama fría, cada mañana al despertar y no tener su mano en la mía. Me falta un pedazo, me siento incompleta, sobrevivo, si bien hay momentos en los que llego casi a ser feliz, Enrique era yo, pero recién comprendo por que este vacío no se llena, por que yo no era Enrique, él pudo comprenderme, yo me quede en el camino, no pude crecer con el, seguirlo, el me seguía a mi y tenia su vida propia, su mundo paralelo, crecía en el, yo no, y había una brecha, pero solo por que el me quiso mucho, yo no note la zanja, él si. Y ahora más que nunca lo quiero y lo extraño insoportablemente, ahora que comprendo cuanto mas me quiso. Las lagrimas no la dejaron seguir hablando, y Alcira se hecho a llorar en el regazo de Tía Elsa, como una niña pequeña.
Todas suspiramos, el estado de sorpresa no nos dejaba,  aparecía la necesidad de hablar, de confesar ante nosotras mismas toda la verdad, y solo la verdad.
Sin perder el dominio sobre si misma, pero emocionada, hablo Valquiria, la belleza joven y despampanante de la familia, He de reconocer que nunca me esperaba esto, y que jamás volverán a oír lo que diré, he aprendido a sobrevivir a la envidia y los celos de las mujeres y a la lujuria de los hombres, y solo lo consigo siendo excesivamente yo, a fuerza de egoísmo protector y a veces destructor. Las mujeres me admiran o me odian, no tengo pares, solo con dos personas he sido yo, con Elsa, y con mi confesor, con Elsa por que ella nunca fue competencia, y mi confesor por que sus votos de castidad lo protegen de mi lujuria.
Los hombres siempre me amaron, ninguno fue indiferente a mis encantos, ninguno tuvo secretos para mi, tarde o tempranos caen rendidos, pero me cansan, es siempre el mismo juego, todos me complacen, y eso me hastía, tal vez mi problema es que los comprendo demasiado, y su debilidad ante mi fuerza femenina termina por cansarme.
No he tenido verdaderas amigas, no soporto una pizca de competencia y tampoco esa admiración de las menos dotadas.
Soy cruel, y pago un alto precio, estoy sola, me quedaré sola, pero no sé vivir de otra manera, no creo que haya otra manera, estoy atrapada dentro de mi misma.
Silencio.
Como, todas saben, mi vida no fue fácil, me casé joven, ilusionada, irresponsable, nunca me imagine que el matrimonio seria un infierno, jamás, era todo tan lindo en mi vida, la ilusión de un vestido blanco, la cara un poquito envidiosa de mis amigas,  la fiesta perfecta al detalle, un viaje de bodas a Europa, qué mas había?, qué más se podía pedir?,  un novio buen mozo y simpático. Y así me fue, de narices al suelo, la realidad me cacheteo malamente, nadie me había preparado para eso,  solo el consuelo de llorar con Elsa me permitió juntar fuerzas y crecer, tomar una decisión. Jorge, fue un monstruo, los otros que conocí, eran niños, me divertían, pero con Jorge me case y fui infeliz, no es que no lo comprendiese, es que era un vago, jugador empedernido, mujeriego, irresponsable, encantador y fascinante, y en ese doble juego, se llevo mis mejores años, la poca belleza que tuve, mi alegría, pero por suerte no mi voluntad, así pude dejarlo, y empezar una nueva vida, hoy se que fuí valiente, o inconsciente, pero creo que fue menos duro salir sola adelante con 2 chicos que vivir un infierno cada día, y salí, y aquí estoy, con 40 años, dos hijos sanos y lindos, buenos, y enamorada de vuelta, con miedo, como una adolescente,  ilusionada, y espero que esta vez sea mejor, me lo merezco. 
Sí, creo que sí, dije con fuerza, tomando la mano de Lucrecia y dándole palmadas de aliento y aprobación. Saben, creo que para mi los hombres fueron un enigma, una dicotomía, siempre tuve muy buenos amigos, eran mi placer y mi solaz, pero nunca fueron mas que eso, era una comprensión intelectual, cariñosa, asexuada, así lo comprendía y lo aceptaba, si querían una noche de pasión o una chica para bailar, yo no nunca fui ni la elegida ni la indicada, pero si la confidente de las noches de jerga o de lagrimas. Ellos se quedaron, yo me fui, crecí, y fui la chica con que todos querían bailar, la que querían tocar, con quien querían estar, y me asuste de ser esa otra parte, sexuada y emocional, que me había negado, o me habían negado. Pero ya fueron otros amigos, otros lugares, y no volví a tener esos amigo confidentes, casi ángeles. Y a veces los he extrañado. Hoy, encontré un equilibrio, me enamoré de un amigo, y él de mi!!!, y estamos construyendo algo nuevo para los dos, no sé que será, solo sé que es bueno estar con él, que cuando no lo comprendo el amor llena ese hueco y lo colma.
Es gracioso, dijo Felisa, tengo 23 años, y es como si fuera un poquito de cada una, podría decir de mi que soy normal, equilibrada, nada de mas ni de menos, ni fea ni linda, agradable, salí siempre con el normal del grupo, nunca ni con el ídolo ni con el plomo, me he divertido, he conocido gente, ya casi termino mis estudios, pero se que hasta ahora ningún hombre me ha fascinado, ninguno me ha intrigado, a ninguno he amado locamente, y espero eso, no quiero un amor neutro como todo en mi vida, no puedo resignarme a que siempre estaré en el medio, no sé como lograr eso, pero un día lo descubriré y conquistaré al esplendido, y no dejaré que siga en mi vida esta luz de atardecer, será una mañana de sol. Y espero descubrirlo antes de los 99, pues tal vez sea que no comprendo a los hombres esplendidos, o ellos no me comprenden a mí.
La tía Elsa suspiró, y dijo con voz bajita, "no dejé espacio para que el amor me llegara"............ y murió.

T.C. Febrero 2001
                                   

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viernes, 17 de julio de 2015

Novela corta, entrega semanal, PREFACIO; historia de las mujeres de mi familia, Capitulo 0, LA TIA ELSA parte 1

En este experimento de escribir una novela corta, voy aprendiendo con la ayuda de mis lectores, así que para que la historia que esta en mi cabeza tenga sentido, este es el nudo de la historia, la vida de Elsa y sus mujeres, para que todo tenga mas sentido se las paso de nuevo, y de a poco iré desarrollando cada una de las historias que tejen esta trama.....


Cuando mi tía Elsa cumplió 95 años, decidió que eran ya suficientes vividos en pie, así que se metió en la cama y salió, como dijo, con los pies en alto y para adelante.
Elsa era una mujer pequeñita de tamaño, pero era sola apariencia, tal vez solo para esconder a tamaña mujer hacia falta ese pequeño cuerpo.
Desde de los 20 años su pelo fue blanco, y le daba un aire de hada madrina y duende travieso, que conservó hasta la tumba.
Sus manos y sus pies pequeños nunca estaban quietos, iba y venia de aquí para allá, cosiendo, tejiendo, llevando, trayendo, armando o desarmando, y no solo telas o lanas o cosas, sino hijos, vidas, romances, juegos, fiestas, acontecimientos, gentes y gentes y mas gentes.
Creo que ella no se casó por que nunca estuvo demasiado tiempo quieta para que algún pretendiente pudiera atraparla, su actividad era increíble, imposible de seguir, hasta parecía estar en dos partes al mismo tiempo.
La tía Elsa era un prodigio, sabía todo, arreglaba todo, todos dependíamos en más o en menos de ella.
Si los niños de la casa se lastimaban, ella sacaba sus vendas blancas, de sabanas viejas, fuerte mertiolate y con dulzura y celeridad curaba raspones y lastimaduras. Si alguna pena atacaba el corazón de alguien, se veía a Elsa y a la victima, caminando rapidito por alguna de las galerías de la casona vieja de mi abuelo, llevada casi a la rastra para seguir sus apurados pasitos. Y siempre se salía de esa maratón mas tranquilo aunque sea por haber echado una carrerita y gastado energías.
Si se trataba de penas de amor, era una experta, tenia la palabra justa, si eran los hijos, ella sabia que les pasaba, pues si los padres la consultaban, los niños habían pasado primero, contado sus cuitas y salidos dulces de caramelos.
Dirigía la casa de su hermano, mi abuelo, ya que mi abuela murió dejando 12 hijos a cargo de ella.
Pero un día la ráfaga decidió que ya era suficiente, y fue así, de un día a otro, sin previo aviso, ni señal de cansancio, solo que 95 años eran suficientes para vivir de pie.
Y se instalo, en la habitación que da a la calle, cerca de la puerta de entrada, así las visitas, no molestaban al resto de la casa. Se hizo traer una enorme cama de caoba oscura, alta cabecera densamente labrada, con frutas y dragones y terminada en unas espesas bolas lisas. Puso las sabanas blancas de hilo que había guardado desde su juventud, pensando en un posible ajuar, como cualquier niña de 15 años de principios del siglo pasado y se dió el lujo de usarlas.
Y para rematar puso una impresionante colcha blanca de encaje bordado por ella, le tomo 75 años hacerla, y aun no estaba terminada, pero ya estaba los suficientemente grande para cubrir la gran cama y llegar hasta el piso y seguir bordando y tejiendo el resto metida en cama y cobijada por ella.
Llegamos a la conclusión que nunca dormía, pues nadie la había visto jamás realizar ese trabajo, y era hermoso. Su vida estaba contada en flores y paisajes, líneas y miles de nuditos blancos, puros, finos, bellísimos en esa increíble colcha blanca.
Un día, en el que ella creyó su fin próximo, llamó a las mujeres de la familia, no a todas, que éramos muchas, sino a sus preferidas, nos reunió en su cuarto y nos sentamos todas en su cama, unas acurrucadas a sus pies, otras a su lado, otras en el centro, ya que sus cortas piernitas dejaban amplio espacio. Estaba ella con su pelo blanco, abundante, recogido en su eterno rodete, un camisón de seda color hueso por el tiempo, lleno de diminutas puntillas, y tal ves un poco osado para una anciana de 99 años.
El grupo reunido a su vera, lo comprendíamos, mujeres de 15 a 70, solteras, casadas, esperanzadas, desilusionadas, alegres, tristes, exitosas, frustradas, mujeres viejas y jóvenes, creo que lo único en común que teníamos mas allá de los lazos de sangre era que solo éramos mujeres.
Cuando el alboroto de habernos reunido y puesto al día con las noticias y chismes de la familia terminó, la tía Elsa, alzo su mano derecha, aun vital, llena de pecas y nervuda, con un hermoso anillo de brillantes que se le caía hacia delante en su enflaquecido dedo. Nunca habíamos visto tal joya y nos sorprendimos.
Bueno mis queridas, no tiene que sorprenderlas que las tenga a todas, aquí, bajo mis alas, acurrucadas, como nunca, o como siempre. Pero quiero compartir algo con ustedes, he sido depositaria de sus penas y alegrías, secretos y verdades a voces.
Hoy quiero contarles algo, tal vez a esta edad pueda descubrir el secreto que marco mi vida.
Nunca he entendido a los hombres.
Sí, hijas, si!!No me miren con tal cara de sorpresa y desazón, pues ha sido un enigma para mí.
Las he aconsejado, a todas, y por tres generaciones ya, pero siempre he tenido el temor de dar un mal consejo, ya que nunca pude entender a los hombres, a los varones, a esos peludos grandotes que hacen hijos, y sacan lagrimas de dolor o de alegría a las mujeres. Los he mirado, observado, pero nunca los he comprendido. Las mujeres somos más predecibles, envidiosas por naturaleza, competitivas, celosas, buenas y maternales, leonas y conejas, arañas y avispas, hasta la más buena y dulce es una arpía si le tocan su macho o la cría. Y he pasado todos estos años tratando de vivir sin ellos, tratando de que mi vida sea hermosa, placentera, plena, y hoy con vergüenza debo reconocer que he fallado, hubo un vacío que nunca pude llenar, fui feliz, pero estuve sola, necesité apoyo en la hora de las decisiones, no lo tuve.
Sé que uno es solo, al fondo del alma solo lo conoce Díos, pero el nos creo varón y mujer, solo que a mi se le olvido decirme cual es la receta para comprenderlos.
El silencio se apoderó de nosotras, nos tomamos de las manos, con profunda tristeza, en un ritual casi atávico, para darnos fuerzas mutuamente, ante quien era nuestro sostén, ante quien por primera vez se mostraba débil. Ante nuestra y su debilidad, nos sentimos apaleadas, pequeñas, niñas huérfanas.
Hablo Carmela, la mas joven de nosotras, la que había conocido por primera vez el amor apasionado, fresco y puro, ideal y devastador de los 15 años, Dijo, con miedo, “ nunca me pregunté si a Javier lo entendía, solo lo quise, y aun después que se fué, y el dolor no me abandona, solo me pregunto por qué no me quiso.
La niña aflojo la tensión y permitió a cada una reflexionar sobre su vida, sobre sus amores, sobre su situación actual. La Tía Elsa nos miraba, esperaba una respuesta, no quería morirse sin haber develado el misterio.
Le toco el turno a Amanda, la mayor, la que había vivido mucho y sola, Elsa dijo, me dejas perpleja, siempre admire tu vida, tu dinamismo, tu devota entrega a nosotros, nunca pensé que tenias vida y penas propias, siempre fuiste de la familia, perdóname por nunca pensar que eras tuya también
No se si puedo comprender tu incomprensión a los hombres, para mi siempre fueron ellos los predecibles, y las mujeres impredecibles, me fue mas fácil lidiar con ellos que con ellas, las envidias, los celos, las competencias, me asustaron siempre, y encontré en los hombres refugio, su simplicidad me era fácil y reconocible. Tal vez nunca me casé por que quise a demasiados hombres, o los quise demasiado, no lo sé, viví rodeada de ellos, o tal vez ellos nunca me comprendieron a mi, tan solo les divertía mi audacia, y admiraron mi belleza, no lo sé, simplemte no lo se, viví y ame, así como vino, sin pensar. Hoy a los 70, siento el pesar de no tener hijos, de verme sola, y me arrepiento, pero yo tuve la culpa. El vértigo, mi egoísmo, mi comodidad, mis viajes, mis hombres, mi salud privilegiada y mi belleza, siempre fueron mis enemigas aliadas, hoy lo se, soy yo, no ellos.
Pues, la sorpresa no me deja, Dijo Alcira,.........

continuará-


TC

jueves, 16 de julio de 2015

Novela corta, en capitulos semanales: La Historia de las mujeres de mi familia, cap 1

Dedicado a mi prima C.M.C., quien me dio la idea de escribir esta novela corta acerca de la historia de las mujeres de mi familia, o sea las mujeres de la familia de la tía Elsa, ella fue el centro y eje de sus historias, a ellas y a Elsa, y a todas las Elsas de cada familia, todo mi afecto.

Capítulo 1: Carmela

Volviendo del colegio con su pila de libros a cuestas, charlando con sus amigas de los temas importantes del día, el Pesado de Química que se zafó con una prueba sorpresa, la tarada de Geografía que insiste con mapas hechos a mano cuando hoy en día se imprime de un solo clic cualquier cosa!! Ahhh! y Javier, siempre Javier.
Carmela vuelve del colegio caminando cada día hacia su casa con Josefa y Herminia, las tres viven en la misma línea de calles, así que se acompañan  cada día hasta sus destinos, mientras tanto desgranan sus vidas en esas 10 cuadras que a veces se prolongan en horas sagradas de confidencias adolescentes.
Carmela conoció a Javier en una fiesta de 15 años, era la fiesta de una parienta lejana y tuvo que ir porque su mamá la obligó y ella no se hizo mucho la de rogar, casi no conocía a nadie, pero algo invisible le dio fuerte impulso para querer ir.
Y por algo era nomas, ahí estaba Javier, espléndido, brillante bajo las luces de colores de la pista de baile, alto y moreno, ojos verdes, pestañas espesas y cejas negras muy marcadas, bailaba con ritmo alucinante, bailaba con la dueña de la fiesta, con la mamá y las tías viejas, no tenía problema, el solo bailaba. Lo vio y se le paró el corazón, empezó a temblar, se quedó muda, no podía creer lo que veía, pero por sobre todo, lo que sentía, era como si la tierra se moviera a tropezones.
Carmela había echado el ojo a varios muchachos de su grupo de amigos, pero en realidad ninguno le gustaba lo suficiente como para ser el único, le gustaban todos, y como no quería perder a ninguno coqueteaba y mantenía ese suspenso que la divertía tanto y la hacía tan atractiva.
Estando parada ahí, en la pista de baile, un fogonazo la dejo estaqueada junto a la columna, no se podía mover, no se quería mover, no podía apartar lo ojos de semejante belleza de hombre, y tal sería la fuerza de su mirada que Javier la sintió, y la buscó en la multitud oscura hasta dar con ella, la miró, y Carmela se derritió cual cubito de hielo al sol, sí, se derritió literalmente, sintió que se derramaba toda ella en el suelo,  no podía pensar, estaba electrizada, un rayo le partió el corazón y la dejo muda y sin aliento.
Cuando Javier se acercó para sacarla a bailar, nunca supo cómo accedió, ni que dijo, se dejó llevar, no tenía voluntad , solo el atropellado deseo de bailar con ese adonis que la había , para colmo de felicidad, sacado a bailar a ella, que la había distinguido en medio de una multitud enfervorizada.
Y Bailó, bailó toda la noche, como en los cuentos de hadas hasta gastar los zapatos, hasta que la fiesta se desvaneció, y su corazón quedo perdido y prendido al de Javier.
Javier estaba en el último año del colegio, era dos más grande que Carmela, un tipo inteligente y simpático, buenmozo como pocos, bailarín consagrado, fiestero de alma. Pero por sobre todo era lindo, era hermoso, era un recreo para la vista esa figura colosal de rostro perfecto.
Carmela era hermosa, como se es a los 15 años, fresca e inocente, de mediana estatura, dorada, toda ella, piel y pelos, abundantes rulos dorados, ojos marrones, oscuros, grandes, irradiaba toda ella una magnifica y extraña luz dorada, si alguien tuviera que elegir una sola palabra para describirla, era esa, dorada, la chica dorada, hasta su risa despedía destellos de sol.
Se vieron y se amaron, con la fuerza y la pasión del primer amor, amor adolescente, profundo, lacerante, que te lleva al cielo y en el mismo minuto estas en el infierno, los primeros besos, las primeras sensaciones, descubrir que la piel es mucho más que piel, que es un mar de sensaciones liquidas, que amar no es solo que te gusta, es sentir con cada célula de tu cuerpo, que no podes separar en un beso la sensación de vértigo en la panza y la saciedad del corazón. Es también el amor con miedos, con limites, con mil voces familiares que te dicen, ojo, no beses mucho, no toques mucho, no te dejes llevar por la sangre y es una lucha despiadada por dejarte llevar a lo que sentís y  las voces en tu cabeza que te ponen mil y un frenos.
Carmela y Javier se vieron, se amaron y se ennoviaron, y obvio, era tema de conversación cada día con sus amigas, Carmela fue la primera de las 3 en ponerse de novia, así que era la que ahora tenía la batuta de la experiencia en el contacto íntimo con el sexo opuesto. Sus amigas le tenían un nuevo respeto.
Luego de haber hecho las presentaciones formales a sus padres Carmela llevó a Javier inmediatamente a conocer a la Tía Elsa, era impensado que ella no lo conociera, a sus amigas les daba vergüenza que tuviera que poner a Javier en el incómodo lugar de visitar a una vieja tía bisabuela, para Carmela era de vida o muerte, si la tía Elsa no lo conocía, Javier no existía, no tenía entidad dentro de su familia.
Algo difícil de explicar a extraños era la relación e influencia de la tía Elsa en su vida, era eso, el alma de la familia, el alma femenina, una especie de diosa tutelar que acompañaba ya a la 3° generación, y no todos tenían el privilegio de estar dentro del circulo de favoritas consentidas de la tía Elsa, y Carmela, se había ganado ese lugar por el amor desinteresado que desde bebe tuvo por la viejecita pequeña y luminosa que la tomo en brazos.
Javier conoció a la tía Elsa, cayó rendido a sus pies, la tía Elsa lo miraba con los ojos brillantes, echaba chispas, y no se pudo contener al decirle, pareces una mezcla de torero español con Cary Grant, ay m’hijo sos un buenmozaso!! Y todos soltaron la risa ante el piropo abundante de una persona tan medida y cauta como Elsa.
El amor duró lo que dura el destello de mil fuegos artificiales, o a Javier le duró eso, ya que a los tres meses anunció a Carmela que ya no quería seguir con ella, que tenía que prepararse para los exámenes de ingreso a la facultad y que quería salir con sus amigos y no quería ataduras, ya que era su último tiempo de estudiante secundario quería estar solo.
Oír esas palabras y morir fueron para Carmela sinónimo, no entendía, no podía entenderlo, le estaba diciendo que no la quería? Que se iba? Que la dejaba? Pero, cómo? Si ella lo amaba locamente, no entendía, su cerebro era un pozo oscuro que se chupaba las palabras, se las tragaba, y la tierra se abría poco a poco a sus pies y la succionaba hacia a dentro, se la comía, no se podía mover, no podía reaccionar, no quería, se hubiera tirado a llorar ahí, en la vereda, en la puerta de su casa.
Fué así como Javier se esfumó, dejando un agujero en la vida de Carmela, tan pero tan grande que no pasaba día ni hora en la que no le doliera hasta el pelo cuando recordaba que Javier se había ido, la había dejado.
Solo estar sentada en la cama de Elsa, comiendo bombones y viendo la telenovela de las 3 de la tarde calmaba el lacerado corazón de tierna y dulce adolescente. Elsa con la paciencia y sabiduría de los años, miles de corazones rotos recuperados en su haber, oía la misma historia mil veces, sabiendo que un día Javier seria solo un recuerdo cuando apareciera un Mario, un Francisco o un Eugenio y borrara de un plumazo la sangrante y desgarradora historia de amor de Carmela.
Y así, camino del Colegio a la casa, Carmela iba sanado , recomponiendo, al calor de sus amigas, ese corazón roto, recuperándose de su primer desengaño amoroso, entrado a la vida adulta por la puerta dura, aprendiendo a sobrellevar con dignidad el dolor de amar y no ser correspondida, una dura lección, amarga y adulta, formadora. Un día Carmela valorará amar y ser amada, pero para eso aún faltan muchos años.

Hoy ha recibido un mensaje, su tía Elsa la mandó llamar, está en cama hace mucho tiempo, ella terminara sus cosas e ira a verla, a refugiarse en esa cama algodonosa, a acariciar esas manitos nudosas, cálidas y tiernas, a sentir que es querida y acogida en un lugar especial, sí, hoy verá a su tía Elsa.

jueves, 9 de julio de 2015

El difícil arte de tomar decisiones


No importa cuántos años tengas, tarde o temprano tendrás que aprender a decidir, y si no lo haces la vida te va a llevar puesto como sombrero al viento y atenete a las consecuencias, o le echaras la culpa a los vientos, al ala del sombrero, al barbijo, a tu pelo o la falta de él porque se voló sin saber tu a donde va.
Hoy se me viene a la cabeza este tema porque he visto a dos niñas tener que tomar una decisión difícil, sangrienta, terrible, si se quedaban a dormir en la casa de su padre o volvían a lo de su madre.
Escena uno, domingo a la tarde, día gris y frio, vacaciones de julio, lunes sin clases y la promesa de pasarla bien junto a su padre.
Escena dos, un padre que se duele de pensar en dejarlas ir, y a la vez la tentación de recuperar su espacio de soledad acostumbrado, su tiempo y disponibilidad sin la responsabilidad de dos criaturas, volver a su rutina, o debatirse en el acomodo difícil de tenerlas cada 15 días dos noches a dormir, la elasticidad que a medida que envejece se hace más difícil, la culpa de querer que se vayan y el deseo de que se queden. Y de golpe la conciencia de saber que ellas han de decidir, que ellas pueden decir con quien estar, con el alma estrujada y la sonrisa benévola si eligen irse, con la alegría incomoda de que se queden, y por sobre todo el deseo de tenerlas con él.
Escena tres. Dos niñas. La mayor, cerebral y esquemática, adoradora visceral de su padre, temerosa hasta el extremo de desagradar a alguien y menos que menos a la madre, con la ternura y el miedo envueltos en su corazón semi adolescente, tironeada por la tranquilidad y el confort de lo seguro y conocido, y tentada de pasar un rato más con su adorado papa, con la voz que le dice que ella ha de decidir, sin importar que va a ofender a nadie, habiendo comprendido que sus padres son adultos y van a estar bien con su decisión, y ahora eso: su decisión. La tremenda encrucijada de elegir, el vacío, el precipicio de mirar cara a cara sus sentimientos, esos que han estado siempre tapados por el miedo y la inseguridad, hoy en un día crucial en su crecimiento debe decidir por ella, está sola, nadie la va a guiar y nadie le va a reprochar, solo ella misma si elige mal
Y no sabe qué hacer, los minutos pasan, su padre espera, la hermana menor, ha atendido a sus sentimiento de manera espontánea, no quiere irse, no quiere otro cambio, ya se amoldó al padre, a su casa, a su ritmo, no le cambien el rumbo de nuevo.
Lo que más miedo le da y lo que más desea están ahí al alcance de la mano, debe elegir, que horror!!!! entre el padre y la madre, entre una cama y la otra, entre sus cosas, sus esquemas, su seguridad última, y el amor cálido y esponjoso, tierno y calmante del padre.
Y de golpe sabe que quiere, quiere pasar esa noche con él, y volver al día siguiente temprano con la madre, era solo una noche, no era para siempre, al fin y al cabo podía tener todo lo que quería junto, no era tan grave, o si?


sábado, 4 de julio de 2015

la hora sagrada, el crepusculo

Algo magnifico sucede al atardecer. Una luz rosada baña los contornos de las casas, los cerros se vuelven azul macizo, el cielo de un color indefinible se va llenando de matices irizados, de sombras, habla, canta, se despide con una sinfonía en colores.
Silencio. El silencio me habla, lo escucho, me callo para oírlo, la ciudad se ha detenido, un segundo que dura una eternidad. El silencio retumba en cada cornisa de las casas, se dibuja en los pájaros llegando al nido, se envuelve en el viento que se ha detenido. El silencio me invade, me toma de la mano y la apoya en su corazón. Oigo el palpitar de la luz, oigo las sombras avanzar despacio, me invade la calma, la certeza de estar viva, soy testigo de un milagro.
Cada atardecer tiene algo sobrenatural cuando me puedo detener, cuando he logrado llegar al fin de la tarde consciente de que estoy aquí, viva, latente, sintiendo como la sangre fluye, consciente de que amo, lloro, extraño, me enojo, me canso, me rio. Y el anhelo de lo infinito me invade, las certezas se afianzan, me abraza la vida, me lleva más allá, más arriba, me sube, conectas mis dedos con el cielo.  
Oigo campanas, me traen de nuevo al ruido, todo cobra sonido, el viento exhala su suspiro contenido, la ciudad chirria con su vida mecánica, a toda marcha, a toda furia.
Miro al poniente, la luz no se ha ido, me recuerda que no fue un sueño, que lo que viví es real, veo sus goces aun suspendidos en la punta de mis cerros, las ultimas nubes rosadas, me saludan tímidas, diciendo hasta mañana, y sé que mañana será distinto, que no se si volveré a captar el momento mágico del milagro de nuevo,  y guardare en mi alma la hora vivida, anhelando otra que vendrá mañana, que no se si la veré de nuevo, no, ya no, será distinta, como la vida a cada tramo, inescrutable, sorprendente, predecible a medias, imposible de a ratos, deliciosa a escondidas, inexorable hacia adelante…..