jueves, 27 de agosto de 2015

Novela semanal, HISTORIA DE LAS MUJERES DE MI FAMILIA, Cap 4 : VALQUIRIA

Capitulo 4: Valquiria

La noche ha caído sobre la ciudad, Valquiria está en el aeropuerto, mira por el ventanal interminable el horizonte del mar, los árboles se mecen al viento, alumbrados por las luces amarillas de las farolas de calle, parecen cabelleras desmechadas que se hamacan acompasadas, pelos escasos y largos de cabezas huecas.
Espera tomar el último avión que la llevará de nuevo a casa. ¿A su casa de verdad?  A esa ciudad metida en un valle, inhóspita tantas veces, cerril y salvaje otras, ¿allí esta su casa?
El cansancio del día, el ajetreo de la gran ciudad, y ahora este momento a solas, un impasse. Se plantea esa loca pregunta, sacude la cabeza e intenta alejarla. Al mover la cabeza su pelo rojo oscuro, pesado y abundante se suelta, un hombre la mira asombrado, cautivado por la luz y el movimiento de un cabello tan llamativo y no tarda en quedar boquiabierto cuando descubre la belleza de Valquiria, su cara perfecta, proporcionada, sus ojos verdes, sus cejas oscuras, su sonrisa electrizante, no puede dejar de mirarla. Ella ya conoce esas reacciones, está acostumbrada, abre su computadora para evitar cualquier acercamiento ya que hoy no tiene ganas de seducir, ni de hablar, hoy quiere estar sola.
Valquiria es sobrina directa de Alcira, hija de Josefa su hermana, la niña pequeña y mimada de Agapito y Tía Elsa. Josefa es una madre afectuosa y dulce, que ha recibido tanto afecto por que no conoció a su madre que sabe darlo a diestra y siniestra, Y Valquiria goza, a veces,  de ese afecto abundante e incondicional de su madre. Son dos polos opuestos, Valquiria sacó los colores de su padre y la belleza mítica de la familia de su madre, aunque ésta no se destaca como sus tías o hermana, Josefa es agradable, su hija es deslumbrante, de esas que quitan el aliento y lo fue ya desde bebe.
Josefa salía por la calle con su cochecito y la bebe de pelos refulgentes, enormes ojos verde menta y la gente la paraba en la calle, solo se oían exclamaciones de admiración, así que para Valquiria la admiración no es novedad, la falta de ella sí.
Pisando los 30 de a poco va entendiendo que su gran belleza y magnetismo le han abierto innumerables puertas, en su trabajo como Economista en una consultora, en sus viajes, al conocer gente, su vida social tan activa, la cantidad de hombres y mujeres que quieren estar con ella, tocarla o solo mirarla. Ha comprobado que su inteligencia siempre queda en segundo plano, y esa es una secreta espina en el orgullo, por eso se esfuerza por aprender, leer y estar al día en su carrera, amén de que explota con esa misma inteligencia su belleza a favor y ventaja.
En realidad esta vez no quiere volver a casa, a su pequeño departamento, luminoso y acogedor, su refugio, su puerto seguro. Hay otro puerto más grande, más seguro, que excede cualquier amor o abrazo, y es la casa de Tía Elsa, su tía abuela. Hoy su madre la llamó y le contó que Elsa está decayendo muy rápido, que pidió verlas a las dos, que por favor se apure. Esa noticia la tuvo todo el día ansiosa, se peleó con todos en la oficina y salió dando portazos rumbo al aeropuerto.
No quiere aceptar que Elsa se puede ir, se va a ir, y pronto, es una inmadurez de su parte y lo sabe, pero hay algo muy fuerte que le impide crecer en ese aspecto.
Elsa es especial, es más que su madre, es La madre, ya que ha sido a la vez madre de Josefa y ella, para Valquiria la fuerte, la adulta, la seguridad fue Elsa, su madre es el amor, los mimos, la admiración, los no limites, su madre es como todos los demás, ha caído en su hechizo, Elsa no, Elsa la ha visto tal cual es, Elsa le ha advertido de su egoísmo, ve sus intenciones, Elsa sabe cuándo es ella, y cuando se vale de sus encantos para conseguir lo que quiere, ha descubierto su secreto de gran manipuladora, la llama la titiritera.
Como una flecha se le clavó en el corazón la palabra Titiritera, esa palabra de la que se reía pensando que era parte de las gracias de Elsa, de golpe así como un porrazo desprevenido la sutil ironía de su vieja tía le dolió infinito. Se sintió vacía, descubierta, desprotegida.
Ha usado y abusado de su magnetismo para manejar a su antojo a cuanto ser humano se le cruzó por la vida, con su modo dulce y seductor, con su indescriptible belleza, y su inteligencia se las ha ingeniado para imponer su absoluta voluntad, y cuando eso no sucede se da media vuelta y cambia de rumbo en busca de satisfacer su deseo en otros lados, con otras gentes.
La idea de la muerte la aterra, no la entiende, no la acepta, su belleza es incapaz de frenarla, esta impotente ante ella, la siente un enemigo, su razón le dice que ni ose enfrentarla, pero su vanidad se le ha plantado de frente y la increpa pidiendo por la vida de Elsa, ya que ella no quiere ni puede vivir así,  sabiendo que Elsa no estará. La muerte se le ríe en la cara, se mofa de ella y le tira por la cabeza imágenes impensadas. Ve a Elsa esperando al lado del teléfono una llamada suya, que nunca llega, la ve asomada a su ventana esperando su visita ya que sabe está en la ciudad y ella no paso a verla, está tomando un trago en un bar muy pituco con un joven atractivo que sonríe de puro gusto, y así una tras otra las escenas azotan, lastiman, avergüenzan,
Sacude la cabeza de nuevo, tan fuerte que el señor que la miraba admirado aprovecha para preguntarle si está bien, y cae en la realidad del aeropuerto.
El altavoz anuncia el embarque de su vuelo, parte con su escaso equipaje rumbo a su casa, a ver a Tía Elsa, y esta vez quiere llegar, no quiere que la espere más.
La Parca sigilosa ha infiltrado en su corazón el remordimiento, la pequeña conciencia de que hay seres humanos que también necesitan de ella, y no solo están para servirla, adularla y satisfacerla. No es cómoda esa nueva conciencia, molesta, aprieta como zapato chico.

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