Cuando estoy triste, no abro mi cajita de música,
me pierdo monte adentro, me vuelvo pájaro,
me siento flor, busco un nido.
Cuando estoy triste encuentro, en mi selva
verde, frondosa y salvaje
ese abrazo cálido que me falta, esa protección
que me cobija.
Los árboles añosos, los árboles nuevos me
abrazan, con frescura verde,
me envuelven sus ramas, los trinos me acunan,
me calman.
Cuando estoy triste, me vuelvo agua, que cae a
raudales de la noche de mis ojos.
Cuando estoy triste me voy en el agua mansa
del arroyo, me abrazan las piedras, y me cantan su música de coros.
Me pierdo adentro en la savia de las tipas que
sube arisca al infinito, y las pavas y tordos y azulejos junto a los brillantes
loros desparraman como lluvia mi tristeza al viento.
Y ya cuando siento que mi herida primera se
desangra, cuando ya mi llanto me sucumbe, me besan las dulces zarzamoras,
llenan mi boca, mi alma, con su cálida luz morada.
Y así, abrazada y besada, emprendo de nuevo mi
rumbo, más verde, más nueva, con la tristeza achicada y el alma renovada.
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