Hay un gris afuera, algodonoso, contradictoriamente frío,
que de a poco va a helar las paredes, que se cuela por las hendijas de las
puertas y ventanas, empieza a echar raíces, diminutas, sutiles en el corazón de
las cosas.
El verde aún está latente, palpita en las hojas de los árboles,
en las más bajas, donde la savia aun
llega, el frío, helado, empieza a cortar la circulación vertical, el aliento
está cansino, las copas se doran, se tuercen, claudican.
El viento quiere llevarse aquello que no está bien agarrado,
o que no es vigoroso, y aun no consigue su objetivo, las hojas, las ramas, las
flores están tercas en sus lugares.
Si, ya lo sé, es el otoño, es ese ladino mañoso, que engaña
con su paleta de pintor encantado, que seduce con colores brillantes y claros
al paisaje, que a veces pinta un cielo azul y diáfano, y a veces es solo una
masa fría y nublada, opaca y gris que avanza.
Hoy el otoño no me seduce, me he desencantado de sus días soleados,
de su risa estruendosa con un sol radiante que me quema la piel, que reconforta
mi alma, hoy el otoño me ha traicionado, no me ha calentado, simplemente me ha
ignorado con sus nubles algodonosas de hilos de hielo, con el frío cortante me
ha dicho no te quiero.
Escucho los pájaros que silban, es tarde, aun no se quieren
retirar, ¿será que están guardando comida por que el maldito otoño ha decidido no sacar su magia?,
¿no querrá engañarme un poquito más con sol?, ¿abrazarme un rato de mentira?, ¿no
querrá estirar un poco más la dulce sensación de verano y plenitud?
Hoy con nostalgia recuerdo, y vale aclarar que siempre los
recuerdos son mejores que la realidad, su calor sofocante de a ratos, las
noches estrelladas, de tan calientes que era una obligación estar al aire y
solazarme con el cielo, aspirar el aire a planta exudada, a rocío evaporado
antes de tiempo, esa luz especial de las noches cálidas cuando se levanta un
vapor transparente al chocar el frío de la noche con el recuerdo del sol.
Siento en mis manos correr la savia verde, tocar el cielo, oír
el agua, ver el sol, sentirme aplastada y abrumada a la hora de la siesta, no
querer salir a su luz, levantarme temprano para poder aguantar el trajín del día
sin que su calor me agote, agradecer sorprendida el amanecer, de fresca
agradable, las luces creciendo, saborear el sol en el mate, sentir la piel de
los cerros estremecerse de gozo cuando los dedos rosados le hacían cosquillas
para despertarlos.
Abrir mi ventana y advertir sorprendida que las cumbres
estaban blancas, coronadas de gloria pura y dura de granizo, que eso significa
agua para el invierno y la deliciosa noción de saber que es verano y que hay
hielo en algún lado, suena a travesura de los dioses.
Por eso hoy, el otoño me golpea, lo siento antipático, su
egoísmo frío y gris me asombra, no quiere dar nada, se guarda todo, sol, sabia
y ganas.
No sé qué será mañana, no sé si sale el sol, si me dejaré engañar de nuevo y dormir un rato abrazada a su calor, sintiéndome
reconfortada . Y si me vuelve a llenar de frío, a paralizarme con sus tentáculos que
chupan vida sin dejar nada a cambio,
esperaré encerrada en mi cueva a que el invierno pase y la primavera llame a
la puerta y me de la mano para salir.
Otoño 2014
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