domingo, 21 de septiembre de 2014

CUANTO DURA EL AMOR?

¿Cuanto dura el amor?

¡Vaya pregunta!, acá les comparto una vieja historia, ya amarilla en el baúl de mis escritos.
La encontré hoy y me trajo recuerdos y  no sé si a ésta historia la viví, la oí o simplemente me la inventé. 

Destiempo 

  Cuando Víctor Manuel y Susana nacieron ya lo hicieron a destiempo.
La madre de Víctor Manuel dijo que se había atrasado 15 días en nacer por que no quería salir a la que sería una vida difícil.
Susana nació un mes antes del esperado, pero 15 años después que Víctor Manuel.
Cuando se conocieron fue inevitable que se enamoran, pero ya era tarde, Víctor estaba casado y tenía una hija.
Y a partir de ahí su vida fue un inevitable esperar a que el azahar, el tiempo o el destiempo los uniera.
El día que se vieron por primera vez, él le estiro la mano y quedo atrapado en una inexplicable corriente eléctrica.
Fue una reunión de trabajo, el debía presentar un nuevo proyecto.
Ella quedo fascinada al oírlo hablar. El simplemente puso su discurso habitual en automático, dejo que su lengua repitiera mecánicamente un sinnúmero de palabras hilvanadas y se dedicó a contemplarla.
En la vida de él las mujeres habían pasado a la categoría de bellos ejemplares no involucrables desde su fracaso matrimonial, no estaba dispuesto a dejarse atrapar de nuevo. Pero le gustaba sentir que aún era atractivo, que las mujeres y los hombres lo encontraran simplemente fascinante.
Ella era del tipo espécimen raro, joven, brillante, sensible, y de una rara y atractiva belleza de reina. En ese momento ella era como una banana en un cajón de manzanas, cualquiera se sorprendía de encontrarla en ese lugar. Masculino y alejado, rudo y rutinario.
A él le gusto su pulsera de plata, a ella su voz.
El llamo por teléfono, el tonto pretexto quedo al instante olvidado por una intensa conversación, devoraron palabras, hablaron de ellos.
El no pudo resistirse, no pudo pensar, no pudo levantar más barreras, se rindió a sus plantas.
Ella no lo pensó, se enamoró.
El azar que los había unido, se encargó también de separarlos.
Él se fue a su mundo, ella se quedó esperando.
Lo espero un mes, dos, siete, ocho, y lloro con el dolor más grande del mundo sentada en el baño de un aeropuerto el día que fue a verlo y él no estaba allí.
El tenía dos mundos. No se cruzaban, eran rectas paralelas, pero ella había tenido la desgracia de unirlos y cruzarlos.
A ella le dolió tanto, tanto pero tanto, que el amor apasionado, infantil, ingenuo y puro, murió,  y creció a golpes de realidad.
Un día ella decido que necesitaba un descanso, su vida cotidiana era dura, seca, tensa. Necesitaba un baño que refrescara su espíritu, necesitaba encontrar a Dios de nuevo.
Se fue al único lugar que sabía seria físicamente cerca del cielo.
El no podía alcanzarla, su otro mundo le pesaba tanto que no pudo subir.
Y cerca del cielo conoció otro amor, otra ilusión, conoció la posibilidad que él le negaba, un hombre con un solo mundo. Un hombre simple.
Quiso amarlo, lo amo.
El destino, los hados y los dioses se confabularon de nuevo, se volvieron a ver, se volvieron a amar.
Ella tuvo que decidir. Eligio mal, eligió la seguridad, la tranquilidad, el pasaporte que la llevaría a un cajón de bananas nuevamente. Se equivocó.
El hombre simple era tan simple como una manzana que no entiende por que la banana es amarilla, no pudo amarla.
Pero Víctor Manuel, seguía allí. Ella lo llamo, el volvió.
Ahora habían heridas, ella era capaz de irse, él era incapaz de retenerla.
Ella buscaba continuidad, buscaba amor constante. Él era un ave de paso, su mundo eran sus maletas, ella no cabía en una.
El estimado tiempo de encuentro comenzó a fallar, él llegaba y ella partía. Se encontraron en abrazos desesperados en el corredor de mil aeropuertos. Ella aprendió a seguir su vida, el no podía exigir nada.
El teléfono era su aliado más seguro.
Ella conoció a otros hombres, ninguno le gustaba lo suficiente, nadie tenía el poder de hacer de su rareza una joya, no podía brillar al lado de nadie como cuando estaba el.
Con el subía a la cima del mundo, sin él estaba sola en la punta de un poste.
Un día que los dioses se descuidaron coincidieron el tiempo suficiente para superar los abrazos y dejar que las palabras atropelladas pudieran armar frases coherentes.
Él dijo: Tengo una meta, al final de ella estas vos.
Ella dijo: no llegues demasiado tarde.
El aprendió a sobrevivir en dos mundos, la existencia de uno le permite soportar el otro. Él no ha aprendido a caminar en uno solo. Él no sabe aún como se vive en singular.
Ella lo presiente, lo siente. Ella sabe que él no va a tomar decisiones. Él no sabe hacerlo.
Ella no sabe cuánto tiempo más va a esperar.
Ella sabe que un día los dioses no dormirán y el llegará cinco minutos demasiado tarde.

TC

Noviembre 18 de 1999

PD: ese amor no duró una eternidad se desvaneció como todo lo que no tiene raíces profundas y hoy sé que Susana vive el gran amor de su vida, lo sé y sé que agradece lo vivido en el pasado que la llevó a su bendecido presente .

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